jueves, 23 de enero de 2014

ÁNGEL JOSÉ TOMINO, EL FÚTBOL DESPUÉS DEL FÚTBOL


Por Javier Bava:
Viajé a Junín con la mente llena de interrogantes acerca de cómo sería encontrarme con alguien a quien no veía personalmente hacía por lo menos 40 años (viéndolo desde una tribuna). Miles de preguntas para hacer en tan poco tiempo ….
A pesar de mis buenas intenciones, muy poco se puede hablar con Ángel José Tomino de corrido, porque sentados en una Confitería céntrica de Junín o caminando por las calles de esa ciudad, no deja de ser saludado por todos quienes lo cruzan en su camino. Ancianos, grandes y chicos, hombres y mujeres, todos le dispensan amablemente un saludo, demostrándole un gran afecto.
Con el correr de los minutos, viendo que el José Tomino ser humano iba superando al jugador de fútbol, traté de ser rápido y conciso en algunos puntos de interés, respecto a la historia de aquel equipo de Defensores de Belgrano del ‘67, que aunque muchos no crean, llegó a jugar 18 partidos en Primera División.
“Era un equipo de amigos”: hace casi justo un año atrás, al encontrarme en la inmediaciones del “Juan Pasquale” con Jorge Busti, previo a un partido amistoso de pre-temporada y me expresó que: “eran otros tiempos”, porque “nosotros éramos amigos” … Tales apreciaciones, me fueron confirmadas ayer Sábado, por Angel José Tomino (en adelante lo mencionaremos como José, tal como se lo conoce en Junín), quien se refirió con enorme cariño a todos aquellos que conformaban ese grupo humano, con quienes en muchos casos, aún se mantiene en contacto, más de 40 años después.
Me dice José: “El Beto Cusmano me ha llamado desde un poste telefónico para preguntarme como andaba” o “nos hemos encontrado con Jorge Busti en Mar del Plata” o “me he enterado que fulano está pasando por un mal momento”, son algunas de las frases que dan crédito a lo antes manifestado.
Dejó bien en claro José (mientras visitábamos una Clínica de la cual es Vicepresidente, y donde encontré aquellas fotos del vestuario de la vieja cancha de Platense, donde festejaba juntos a otros, el triunfo frente a Tigre), los valores humanos de Ángel Labruna, el “hacedor” de aquel equipo, tras tres años de trabajo.
Según parece, “El Feo” le preguntaba si era verdad que tenía el título de Médico, motivado esto por el carácter travieso del Doctor, que con su modo jovial promovía permanentemente la alegría de sus compañeros, cosa que seguramente no se condecía con lo que “debía ser un Doctor”, según Labruna.
De lo futbolístico o lo técnico no puedo agregar nada de quien fue una gloria del fútbol argentino (“!como le pegaba a la pelota!”, me decía José), pero de sus picardías sí. Como cuando la lluvia hacía imposibles los entrenamientos (según José: “los hacíamos detrás de la cancha de River y nos
volvíamos en colectivo, todos embarrados”), el DT sacaba uno dados y realizaba lo que seguramente hoy llamaríamos una “charla técnica”. Esto traía el descontento del Cacho Parodi (Roberto Jorge, goleador del equipo), quien a pesar del barro quería “practicar” y provocaba que Don Ángel lo mandara a pasear.
La alegría de jugar al fútbol: “Nunca me divertí tanto dentro de una cancha como con Juan”, contaba José cuando se refería a Juan María Larrea, centreforward de aquel equipo, un excelente jugador surgido de las Inferiores del Racing Club y a quien describió como “Un bohemio”.
En una oportunidad, jugando para equipos diferentes, Larrea le hizo un “caño” a José, quien lo fue a buscar por toda la cancha para “hacerle saber que eso no estaba bien”. Juan se acercó al Juez, el morocho Francisco Gómez, y le dijo: “Sr Juez, haga algo, no ve que todos quieren venir conmigo a jugar a Italiano y no puedo traerlos”. También me comentó situaciones risueñas ocurridas con Abel Da Graca (crack de Los Andes) y Héctor Grondona (centreforward de Arsenal, goleador de físico exuberante) con quienes José mantuvo duelos futbolísticos que terminaron motivando la risa, muchos años después.
Ante la pregunta sobre el “rumor malicioso” de la tribuna en aquellos tiempos (esos “rumores malintencionados y sin fundamentos” que nos han costado incluso descensos en alguna oportunidad), sobre la actitud del equipo en el Reclasificación de Primera “A”, tal cual me lo aclarara Rodolfo Chiti en su momento, negó cualquier tipo de “falta de ganas de ascender”.
Trato aquí de sintetizar en pocas palabras su respuesta: “era un buen equipo con limitaciones, al que se le dieron las circunstancias para alcanzar el título”, “éramos un Plantel de pocos jugadores” (de hecho no fueron más de 15 los que jugaron más el 90% de los partidos en toda la temporada) y para concluir “al enfrentar a equipos Profesionales de Primera, se notó la diferencia”.
¿Tiró centro o pateo al arco en la final contra Tigre?, le pregunté. La respuesta fue inmediata y rotunda, con explicaciones adicionales. “Hice muchos goles de la misma manera” (fue un tiro libre desde posición sesgada, que se metió en el segundo palo del arquero Néstor Hernandorena, tal cual me lo explicó el mismo José, con detalles, sobre la mesa del Bar). “Inclusive le enseño a mis nietos a patear tiros libres” y agregó que por entonces no eran frecuentes ejecutar los tiros libres con comba.
Cabe destacar que no fue ese un gol cualquiera, sino uno fundamental, ya que abrió el camino a la victoria en la final (ya había roto el cero a cero frente a Central Córdoba, en el partido decisivo para la clasificación, jugado en Núñez, unos días antes). Como vemos, no era un goleador, pero convertía en momentos decisivos. Quizá ignore José, que incluso, fue el jugador que convirtió el último gol de Defensores en Primera División, frente a Argentinos Jrs, el 9 de diciembre de 1967.
A través de sus palabras, José dejó bien a las claras, que lo expresado en su oportunidad por el ex Dirigente, Horacio Araujo, era cierto: “cuando terminaba el partido y exprimías la casaca de Tomino, caía el sudor a baldes”. Esa era su manera de jugar, dejando todo dentro del campo de juego, defendiendo la divisa que le tocara vestir y la de Defensores no fue la excepción.
Puedo recordar, que no estaba ese equipo compuesto por “jugadores indolentes”, tal como hemos observado algunos casos en estas últimas dos temporadas los defensoristas. Consultado José (y confirmado luego por su familia), no le gusta perder a nada, ni siquiera cuando juega a las cartas con sus nietos, a quien instruye en el arte de “cómo manejar las barajas”. Ni que hablar cuando juega al tenis con sus amigos, con quienes se divierte haciéndose trampas mutuamente.
Estoy convencido que el temperamento fue una virtud de aquel equipo del ’67, ya que hizo “pata ancha” en canchas tan difíciles como el Gabino Sosa, Caseros, José Ingenieros, la Barranca, el Doque y Temperley, donde no se ganaba fácilmente. Tampoco arrugó Defensores en la final, en la cual la mayoría del público era partidario de su adversario.
Al respecto, es muy interesante saber que esta opinión de José, al menos en Defensores, es respaldada en los hechos por alguien que “predicó con el ejemplo”, ya que jugó 33 de los 44 encuentros disputados por Defensores en 1965, 36 de los 42 jugador en 1966, 39 de los 39 jugados en el 67 y 19 de los 20 jugados en 1968, hasta el momento de su alejamiento (en total 127 partidos, que constituyen cerca del 90% de los encuentros disputados por Defensores entre 1965 y 1968, lo cual lo coloca dentro de los que más jugaron en su Historia).
También se refirió José a su larga carrera deportiva: sus comienzos en el fútbol de Junín y su paso a San Lorenzo en 1958, donde jugó varios partidos en Primera durante la Copa Suecia, en reemplazo nada menos que de José Francisco Sanfilippo, y donde tuvo como compañero a Carlos Salvador Bilardo, que lo fue además de estudio en la Carrera de Medicina, y de quien tuvo palabras elogiosas. Luego mencionó su paso por Talleres de Remedios de Escalada (1960), la Reserva de Atlanta (1961) y San Telmo (1964) en el fútbol de la Capital.
Omití deliberadamente su participación en aquel Sarmiento de Junín que en 1963 (también jugó allí en 1962) finalizó en el primer puesto, junto a San Telmo, Unión de Santa Fe y Ferro Carril Oeste. Por entonces, comenta José, estudiaba Medicina en Buenos Aires y viajaba a Junín cada 15 días, debido a que había comenzado el sistema de Unidades Hospitalarias y debía concurrir a Clases diariamente por la mañana. El entrenamiento lo hacía por su cuenta en Buenos Aires.
Luego se produce su llegada a Defensores (“me probé y quedé”, me dice), su partida en 1968, al comenzar el Torneo Promocional (su último partido, fue también el último partido de Chiti, de quien José se refirió como “alguien que quería enormemente a Defensores”), y su vuelta a Junín para jugar por Jorge Newbery, y para combinar desde entonces el fútbol y la Pediatría (viaja a Buenos Aires, donde visita el Hospital Garraham para estar al tanto de todas las novedades que puedan producirse en su Materia).
Por lo que se desprende de su relato, José no dejó aún el fútbol y es posible que no lo deje nunca,
sino que pronto lo encontremos jugando junto a su hijo Leopoldo (hoy reconocido Abogado, quien jugara en Defensores en la temporada 1989/90) y a su nieto José Ignacio, en alguna cancha de su querida Junín. Este último, tiene un físico exuberante para su edad, actualmente juega de “5”, según él a lo Gago, en las Divisiones menores de Sarmiento de Junín, y “suplica” para que su Abuelo no lo “aconseje” una vez finalizados los partidos.
Pero llegó la hora de volver, y antes de llegar a la terminal tuve la suerte de conocer a alguien que según José sabe de fútbol como pocos: Roberto Fij (ya había tenido oportunidad de conocer a su grupo “íntimo”, cuyos integrantes no pararon de hacerme reír), quien fue el “hacedor” de aquel Sarmiento que estuvo a un paso en 1963 de llegar a Primera División.
Tras ello, el regreso con cierto toque de nostalgia. Fui en busca de aquel jugador del histórico equipo de Defensores campeón de 1967 y me había encontrado con el ser humano (diría su hijo Leopoldo: “no le agrandes el ego, que después hay que aguantarlo”), poseedor de una familia maravillosa (esposa, hijo, nietos, sobrinos, todos) y de incontables amigos.
Creo que, como hecho positivo para nuestra Institución, hoy en lo futbolístico necesitada de punteros para evitar el descenso, José puede quedarse tranquilo, porque sabe que Defensores no se olvida de quienes hicieron su Historia.
Chau José, hasta la vuelta.

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